TARDE GRIS
La lluvia cae amortajada sobre el prado
y los caminos de tierra, haciendo surcos.
Los coches aparcados, solitarios, testigos del
rápido cruzarse de los gatos, fraguan la tristeza
que absorta va llenando las almas vacías de alegría.
El cielo es plomo sobre nuestras cabezas
perdidas en los laberintos inescrutables del amor
imposible. Del amor nacido directamente del infierno.
Forja absurda de sentimientos licuados en el fuego fatuo
de tu constante ausencia voluntaria, de tu absoluto desprecio.
Supongo que nací para llevar yugos de amor y desamor constantes…
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